el folletín de la poesía contemporánea

novela ensayo en capítulos mensuales, que se propone analizar la generación del 90 en poesía,
y sus ramificaciones hasta hoy

lunes, 31 de mayo de 2010

Piña va, piña viene…

Y otra vez hay que empezar de nuevo, otra vez retrotraerse hasta los inicios para volver a observar los hechos pero desde otra perspectiva.

Como dijimos antes, la bienvenida de Gelman que se celebró en el teatro San Martín en 1988 tuvo un efecto imán, que reunió y puso en escena, a todo y todos los poetas y movidas que espontáneamente se habían gestado a fines de los ochenta. En el caso de los Whiskys, ellos ya se conocían de los pasillos de Letras, ya eran amigos y ya habían iniciado emprendimientos juntos, como por ejemplo Edwards con La Mineta. Sin embargo en la reunión de Gelman se vieron todos juntos por primera vez cara a cara, y esa vivencia, de algún modo, se podría pensar que instaló el sentimiento en sus corazones de que formaban parte de un movimiento, de que eran los nuevos protagonistas, la nueva generación literaria que comenzaba a configurar una voz propia, heredera y a la vez enfrenada a lo que se les presentaba en ese momento como estética de sus antecesores, bajo el signo del compromiso de la literatura con la militancia política y sus consecuencias: muerte y exilio durante la época de la dictadura militar. En realidad van a rechazar la ideología, en la medida que tapa lo específico de la experiencia. Por supuesto que las circunstancias vitales que condicionan la existencia de cada individuo son únicas e irrepetibles; adherir a una ideología determinada, implica de algún modo un renunciamiento de la singularidad, y en ese sentido, creo, los del noventa no involucran sus producciones poéticas con el discurso político. Sin embargo, sí toman (vía objetivismo) la premisa del realismo socialista y la literatura política, de circunscribir su escritura a las condiciones materiales de existencia.

También el neobarroco del ochenta que absorbieron a partir de su paso por la UBA, ejercía una importante influencia en sus cabezas, que se me ocurre estructurar de este modo: la acción del sicoanálisis en la literatura había producido sus frutos, que ya habían sido probados y formaban parte del ADN de la nueva generación. En primer lugar la literatura de género, instala la idea de que la sexualidad es una construcción lingüístico-cultural, y piensa a la literatura y el arte en general como herramientas fundamentales en esa operación. En segundo lugar la exploración del inconciente a través del proceso de escritura, que en el caso del neobarroco se manifiesta en la sobreabundancia de sustantivos y adjetivos en yuxtaposición, que como un tsunami inundan la cabeza del lector, y luego se retiran dejando un resto, una reminiscencia de sentido. Esto se transforma en la poética del 90, en una concepción de la escritura como mecanismo de canalización de un impulso inconsciente: la voluntad de dominio, voluntad de poder, impulso animal que habita en las profundidades de la conciencia humana. Digamos que adquieren un mecanismo de escritura, más allá de que el producto resultante sea diferente de la estética neobarroca. Quiero decir, por ejemplo, reemplazan la poética gay por una fuerte impronta heterosexual, pero la temática entorno al sexo y el instinto sexual continúa en primer plano. En cuanto a la sobreabundancia de adjetivos y sustantivos, pasa a ser reemplazada por un predominio del componente verbal; y el exceso ornamental del neobarroco se transforma en la incontinencia del lenguaje abyecto, blasfemo, los insultos y las escenas moralmente incorrectas. Por último la influencia del sicoanálisis en el neobarroco da origen a una poética de la infancia, relacionada con la exploración del inconciente para recuperar los hechos que intervinieron de manera decisiva en la formación de la identidad y la subjetividad de la conciencia adulta. En esta línea podemos mencionar al poema “Arturo y yo” de Arturo Carrera; y en general la mayor parte de la obra poética de ese autor. Los noventa no desarrollan una poética de la infancia, pero sí de la adolescencia, relacionada con la iniciación sexual y literaria, la gesta de una obra, etc.

Me parece que la liberación del impulso barroco encuentra en el realismo objetivista un marco, un circunscribirse al aquí y ahora, a la determinación vital del sujeto. Las estructuras inconcientes, la infancia y la relación con los padres que determinan la identidad del individuo son universales, y al ingresar en lo específico de la existencia dan por resultado la estética del 90. Así es como “el ojo del choto” de Segovia y “el ano” de Zelarrayán se transformaron en los personajes más representativos de los noventa… (muajajajajaja).

Hablando en serio, uno de los primeros hechos resultantes post bienvenida de Gelman fue una lectura que se llevó a cabo en LiberArte en 1990, que organizaron Fondebrider y Durand (en representación de los que después serían los Whiskys). Luego de este encuentro, se publicaron por primera vez poemas de algunos de los noventas (Durand, Rojo, Casas, Villa, Raimondi) en el Diario de Poesía nº 14 verano 1990. A partir de ese momento se desarrolla lo que yo llamo el primer noventa, hasta 1994/ 1995. Durante ese período, mientras armaban y publicaban la 18 Whiskys y Edwards La Mineta, escribieron los primeros poemas, que en su mayoría fueron publicados en forma de libro mucho tiempo después: La zanjita (Desiderio, 1996, Ed. Trompa de Falopo), Segovia (Durand, 1999, Ed. Amadeo Mandarino, aunque apareció publicado en Poesia.com), Tuca (Casas, 1990, Libros de Tierra Firme), La campaña del desierto (Rojo, 1993, Ed. Del Diego), Música Mala (Rubio, 1997, Ed. Vox), La ciudad (Camino de vacas, Ed. Gog y Magog, 2007) Mapa (18 Whiskys nº, 1993) Ocho poemas (Ed. Del Diego, 1998) y Cornucopia (Villa, 1996, Ed. Trompa de Falopo), La ruptura (Ezequiel Alemian, 1997, Libros de Tierra Firme), Oreja tomada (Manuel Alemian, 1993, Ed. Del Diego), Culo criollo (Edwards, 1999, Ed. Siesta), Nené (Ainbinder, 1990, Ed. Nusud). La característica principal de las obras escritas en ese momento, es la temática de iniciación, la narración del génesis de su obra anclado en la situación existencial concreta de cada uno (el barrio, la ciudad natal, la clase social, el socio dialecto, una patología, etc.). Por eso los ensayos dan por resultado obras difíciles de encasillar desde el punto de vista ideológico, justamente porque la experiencia de cada individuo es tan plural y múltiple, que siempre va más allá del rótulo que se le quiera poner. Dijo Rubio en un reportaje hace poco, que en el noventa había algo así como dos bandos, los que practicaban un arte político (entre los que se incluye a sí mismo y a Gambarotta), y el bando de los Whiskys cuyo arte descomprometido estaba más relacionado con la experimentación sensorial. No estoy para nada de acuerdo con esa afirmación. Primero y principal, el único momento en que aparece en Música Mala “algo” que podamos relacionar con la política, es una imagen, brevemente desarrollada, de un hombre (que no es el sujeto de la escritura, pareciera que se refiere al padre) que cuelga o tiene colgado en una pared un cartel del PC. No creo que esto sea suficiente para considerar que se trata de una obra de arte político. Tan anclado está el poema en la experiencia personal del autor, que toda esa experimentación fonética del lenguaje que aparece en la primera parte del texto hasta que arranca, y comienza a desplegar un mundo, creo, reproduce magistralmente el desbloqueo de una asfixia, de una afasia, que abre el canal de expresión del sujeto. Es como asistir con la lectura al momento en que una persona empieza a respirar o aprende a hablar por primera vez. Mucho más allá de la política, afortunadamente. Por eso yo lo ubico a Rubio en el primer noventa y a Gambarotta en el segundo noventa. Que el autor tenga una posición política personal, que milite en un partido X, o que su padre sea un político, no significa que “haga” arte político. (A menos que se piense que todo arte y toda acción es política, que es lo mismo que decir que nada lo es). En segundo lugar, varios de los Whiskys también tienen posiciones políticas tomadas y bien conocidas por todos, por ejemplo, varios se consideran peronistas, alguno socialista, otros anarquistas o gorilas; ni que hablar de Edwards, que considera su primer libro Culo criollo, una crítica y rectificación de los principios peronistas del noventa, (según su propio punto de vista del peronismo, como peronista). Sin embargo, sí creo que hay dos noventas, y luego dos bandos que se fueron formando hacia el final de esa “Era”, como consecuencia de la transformación de la estética literaria a través del período. Entre 1994 y 1995, Durand y Rojo viajan a Inglaterra para estudiar inglés; además de conocer toda Europa, compraron muchos libros de poesía inglesa y descubrieron nuevos autores. Voy a tomar ese viaje como hito para dividir el primer noventa de lo que llamo el segundo noventa. No quiero decir con esto que el viaje en sí haya provocado un cambio en la escena literaria; pero sí, que a su regreso la situación no era la misma. Ríos, Gambarotta y Cucurto, que ya pululaban, después del 95 adquieren mayor protagonismo; y se suma Llach. En realidad lo que produce un cambio es, desde mi punto de vista, el concurso literario del Diario de Poesía, que en 1995 otorga el primer premio del certamen a Gambarotta por el poema Punctum (Libros de Tierra Firme, 1995), y en 1997 un primer premio conjunto a Cucurto por Zelarrayán (Del Diego 1998) y a Llach por Los Mickey (una poema que forma parte del libro La Raza, Ed. Siesta, 1998). Porque un premio así, otorgado por una revista literaria de la talla de Diario de Poesía, evidentemente marca tendencia; sería muy inocente pensar que no incide en el modo de recepción de un texto. Me parece que lo que caracteriza este segundo momento en los noventa es que los poemas, partiendo de una situación existencial concreta, se proyectan hacia lo colectivo. Quiero decir, Cucurto y Llach hablan desde lo autobiográfico, pero construyen la obra del “negro que escribe” cómo sale a violar y destruir para expresar su rencor, y el “cheto que escribe” cómo sale a matar negros para descargar su instinto de dominio. Si bien surgen de lo personal, expresan la voz de una clase social. Es la experiencia de la que cualquier otro “negro” o cualquier otro “cheto” podrían dar cuenta. Sólo que ellos son escritores y están ahí para decirlo. Es como si se diluyeran los personalismos del primer noventa, y mutaran hacia una voz más colectiva, (hasta llegar en 2010, al impersonalismo masivo y de eslogan publicitario de Mariano Blatt o de Carlos Godoy en la Escolástica peronista ilustrada; de la persona al prototipo social y de ahí a la masa). ¿Y qué puedo decir de Punctum?, ¡si todo el poema es un catálogo de prototipos de la sociedad argentina! Parece un libro de sociología o antropología contemporánea. No encuentro pensamiento político tampoco en Punctum, porque en el poema no se articula una opinión, la subjetividad no se filtra en ningún momento, los personajes son cosas sociales que conforman un entramado complejo. (Salvo que lo consideren arte político porque repite y repite insistente que los personajes siempre usan la mano izquierda). El sujeto de la escritura está casi del todo ausente, los presenta de manera super objetivista, no se involucra, como un científico que analiza las interacciones de los elementos que forman parte de un ecosistema, y nos lo presenta así, sin emitir juicio. Prometo que analizaré poeta por poeta y obra por obra más adelante, ahora vamos a los hechos.

Pero el quilombo, lo que realmente armó el quilombo y creó dos bandos fue otra cosa. Porque a mí me dijeron Rubio y Gambarotta, que a ellos cuando salió Segovia, y en general la Whisky, les había gustado mucho, incluso les resultó inspirador de sus propias producciones. Ellos fueron los primeros que editaron Segovia, en Poesia.com. Capaz no eran amigos íntimos, capaz venían a la literatura por otro lado, pero a todos les gustaban los mismos autores, tenían un canon común que determinaba sus gustos literarios a la hora de leer y escribir, y afirmaban las mismas boludeces (muajajajajajajaja), como que la literatura no hay que tomarla muy en serio (a pesar de que ellos mismos se dedicaban a leer poesía y escribirla). (Acerca de este tema, aparte de las citas de las entrevistas a Casas y Durand que ya comenté a propósito de Williams, ver Punctum, no me acuerdo el poema, dice lo mismo, de manera mucho más fuerte, en boca de algún personaje). Les voy a contar una anécdota para mostrar hasta que punto coinciden los que aparentemente se oponen. Cuando corregía mi poema Las bellezas del lobo para publicarlo, se lo di a leer a tres personas: Durand, Rubio y Helder. Quiero aclarar que valoro mucho lo que me dijeron porque entendí bastante a partir de sus correcciones. Sin embargo les cuento esto por otra cosa. Durand me dijo que el libro hablaba de una experiencia que NO nos pertenecía a los lectores argentinos de hoy, y por lo tanto carecía de interés, pero en especial un poema: Evolución, que le resultaba incomprensible, y vomitivo. Rubio me dijo que era necesario que le sacara al libro el tono profético bíblico que en especial se manifestaba en el poema Evolución, el cual daba cuenta de una sensibilidad poética anacrónica, y que le parecía una mierda. Finalmente Helder me dijo que sacara el poema Evolución, porque era un poema neorromántico “piantavotos”, que como además yo lo ubicaba al comienzo del libro, espantaba al posible lector antes de que tuviera la oportunidad de ver que el libro era otra cosa, en especial el poema Jaszbec, que era el que más le gustaba. En muchas otras correcciones les hice caso, pero no en esta, porque yo quería jugarme y proponer en ese libro una especie de epopeya del siglo 20 en Eslovenia (construida a partir del trabajo sobre la conciencia popular eslovena que en forma de relatos de diferentes personas que atravesaron ese proceso, confluía en mí a 20.000 km de distancia, mucho tiempo después), entonces pasé ese poema que era el único donde aparecía mi voz, al final, como conclusión y punto de partida de un nuevo comienzo. Vean como coinciden los tres en sus apreciaciones literarias.

Y sí, lo que armó el quilombo fue un texto de Durand que Mario Varela publicó en un suplemento cultural de un diario de Bariloche en el 2000. Un texto maldito como pocos, una abyección que le salió a Durand en una noche de borrachera cuando volvió en pedo a su casa y largó el poema como un vómito, como tantos exabruptos literarios que uno escribe con la mente excitada y se va a dormir, y el poema muere en ese impulso nunca más retomado. Parece que Varela le pidió a Durand un archivo con todos sus textos para llevarse al sur, y Durand le dio el “Toco”, sin saber ni lo que había adentro, lleno de cosas escritas durante mucho tiempo. Cuando Varela encontró la “bomba”, supo en el momento que causaría impacto, y pensando con mente de periodista, lo publicó. Enseguida se corrió la bola, en el texto decía muchas cosas fuertes de sus contemporáneos, era un cuadro con las miserias de todo el noventa estigmatizadas para siempre como sólo el inconciente lo puede hacer, se nota que no es obra de la conciencia. Capaz que ni siquiera son cosas que pensaba; como en un sueño, el alcohol materializó el inconciente colectivo en ese texto. Y como era de esperar se armó flor de quilombo.

Era una noche del año 2000. Por ese entonces, yo daba los primeros pasos en el mundo de la literatura. No conocía a casi nadie, salvo a Delfina y sus alumnas; y comenzaba a corregir los poemas de Transformaciones en un taller de poesía que coordinaba Bellesi, donde nos conocimos los Gog y Magog. Esa tarde nos habíamos reunido con algunas poetas, creo que Macció y Freschi estaban organizando una lectura de Zapatos Rojos. Me acuerdo que también estaba Vanna, pero se fue temprano porque eran sus primeros meses de embarazo. Cuando terminamos, Romina dijo que había una lectura en La Cigale, y varias decidimos ir. Se trataba de la presentación de la revista Voy a salir y si me hiere un rayo, editada por María Medrano, que también era compañera del taller y corregía U3 con nosotros y Bellesi. Yo seguía a Romina, apenas entramos saludó a un chico que tomaba Whisky en la barra, y me lo presentó como Martín Rodríguez. Estaba ofuscado, le contó a Romina que se habían agarrado a trompadas no sé quién y no sé quién. Se encontraron en la presentación, se increparon y finalmente salieron a pelear a la vereda. Como no entendía de que hablaban, no le di importancia a la información, y me acerqué al centro de la escena donde pude reconocer algunas caras: Miguel, Laura, Walter, todos los chicos del taller. En esa época yo frecuentaba el mundo de las artes visuales, demasiado acostumbrada al glamour y el champagne de las inauguraciones, me aburrí rápido, y me fui a mi casa.

Hoy, después de 10 años de aquel suceso, recién ahora comprendo lo que en ese momento y lugar ocurrió. Es como si lo que existía virtualmente, en el inconciente de esa situación, hubiera tardado 10 años en hacerse conciente, 10 años a través de un safari por la literatura contemporánea para entender el noventa. No sé si mis apreciaciones de hoy son correctas. Ya lo dije antes, no tengo suficiente perspectiva histórica, pero siento en este punto que una etapa está concluyendo en mi vida, alineada con el mundo que me rodea. Sólo quiero regalarles este humilde punto de vista que es Poetas en off.

lunes, 3 de mayo de 2010

Una sola cosa más acerca del objetivismo

Estoy preparando un capítulo para volver a los hechos, pero necesito investigar un poco más, así que prometo tenerlo listo para Junio. Mientras tanto, me gustaría agregar una última reflexión respecto del objetivismo, que creo que es necesaria para contextualizar la discusión teórico-literaria en la historia de las ideas. Volví a leer El tao de la física de Capra, escrito ya hace 50 años, no es ninguna novedad por cierto. También tuve una conversación con algunos físicos de la Universidad de La Plata, amigos de la familia, y esto es más o menos lo que pude averiguar. Les pregunté qué es la objetividad. Si se trata de todo aquello que podemos ver y tocar, es decir, los objetos materiales, tenemos que revisar cómo evolucionó el concepto de materia a través del tiempo. Para definir la materia era necesario identificar su unidad mínima. Primero se tomó al objeto como unidad mínima de la materia, luego los griegos al átomo. En el siglo 19, físicos ingleses descubrieron que el átomo estaba formado por unidades aún menores: un núcleo constituido por neutrones y protones, rodeado a su vez por electrones. Pero en el siglo 20, la teoría de la relatividad de Einstein permitió experimentar la fisión nuclear. Fue el punto de partida de la física cuántica, que demostró que al bombardear un átomo éste se disuelve en una cantidad infinita de partículas, cuya realidad observada y probada matemáticamente, en determinado momento deja de ser perceptible por los aparatos de medición de los científicos. A partir de ese punto, la física define a la materia como una forma de energía. Siempre teniendo en cuenta que no todas las formas de energía conocidas se pueden ver y tocar. Por otro lado, tanto un átomo como un planeta del sistema solar por ejemplo, son igualmente un conjunto infinito de partículas, de modo que desde el punto de vista de la física cuántica son iguales. Al final, el objetivista siempre termina cayendo en lo que ve para argumentar, pero no puede proponer una definición seria de nada. El concepto de objetividad y los sistemas de medición son TOTALMENTE convencionales. Sabemos que donde cambia la gravedad, cambian las medidas; por ejemplo es posible calcular que en la estrella Sirio el cuerpo humano mediría dos centímetros. También se comprobó que cuando cambia la velocidad a la que nos movemos, cambia la medida del tiempo. Los transbordadores espaciales presentaron alteraciones en sus relojes durante experimentos que se llevaron a cabo a partir de la década del 60, y no hay nada más objetivo que el tiempo. Parece que hay unas partículas que llegan desde el espacio, que los científicos lograron detectar, que se llaman mesones. Cuando pasan la barrera de la atmósfera, deberían desintegrarse antes de llegar a la Tierra por la dimensión que tienen y la velocidad inmensa a la que viajan. Sin embargo, la partícula “vive” en un tiempo “más lento”, y por eso logra llegar a la superficie. Los físicos exclamaron mientras me lo explicaban: “¡ésto es Einstein básico, Julia! El objetivismo sin aceptar nada más allá de sí mismo, es la teoría del tipo que sólo puede resolver un problema hasta donde le llega la mano, es EL HOMBRE FRENTE A LA COMPUTADORA. Así que muchachos, empecemos a ser un poquito más flexibles con otros conceptos como por ejemplo el alma y el espíritu. Porque si ustedes dicen que un objeto es una forma de energía, y además reconocen la existencia de otras formas de energía no materiales, me parece que no tienen derecho a negar la realidad del espíritu que es fundamento de la materia para TODAS las religiones y la mayoría de las más importantes teorías filosóficas que produjo la cultura mundial desde la antigüedad hasta hoy. Si en la antigüedad se llegó a negar la realidad física, y se consideró al ser humano un espíritu prisionero en un cuerpo; si somos capaces de reconocer el error de haber negado una parte inalienable de nuestro ser, ¡entonces ahora no hagamos lo mismo al revés muchachos! Ni cuerpo solo, ni espíritu solo, ni dicotomías. Diferentes grados de materialidad o infinitas formas de energía posibles.

El otro día en una clase en la Facultad de Filosofía y Letras, más precisamente, en un seminario de doctorado muy interesante que estoy cursando, un alumno culto, licenciado de esa alta casa de estudios, doctorando, hijo de intelectuales, dijo refiriéndose a la forma de abordar nuestro objeto de estudio “no debemos olvidar que somos primates, creo que todos estamos de acuerdo en eso, los animales también desarrollan lenguajes”. Pensé: “¡si les llego a decir primates a mis alumnos de las escuelas técnicas del conurbano en las que doy clases… mamita, me esperan a la salida y me cagan a palos!”. Es increíble hasta donde llega la nube de pedo en la que vivimos los intelectuales, cualquier persona de sentido común se ofendería si le dicen primate, cualquiera se da cuenta que somos “primates y algo más”. Obvio que tenemos una parte animal, también hay algo de vegetal en nosotros, y nuestro cuerpo está compuesto de minerales. Pero hasta ahora no se ha encontrado ninguna prueba de que exista algún otro animal en el planeta que haya desarrollado la capacidad de abstracción. Eso demuestra, quizás no la existencia de un espíritu humano trascendente, pero sí al menos que tenemos “algo más”, una capacidad que los primates no poseen. Tendrían que ver a nuestro compañero del seminario, es un perfecto ser mental, una persona que dedica el 100% de su tiempo al desarrollo de su mente y muy poco al cuidado de su cuerpo. Es una persona sumamente inteligente, pero es visible un desbalance en favor de su cerebro, del que un primate jamás podría adolecer por instinto. Él mismo es la prueba más clara de la diferencia entre hombre y animal.

La semana pasada, leyendo un libro buenísimo para ese mismo seminario, La historia de la lectura de Alberto Manguel, encontré un pasaje que me emocionó. En el capítulo El libro de la memoria, Manguel cita el Fedro de Platón:

"El diálogo platónico del mismo nombre se ocupa, sobre todo, de la naturaleza del amor, pero la conversación va derivando y, afortunadamente, hacia el final, el tema pasa a ser el arte de la escritura. Hace siglos, le dice Sócrates a Fedro, el dios Tot de Egipto, inventor de los dados, el juego de damas, los números, la geometría, la astronomía y la escritura, visitó al rey de Egipto y le ofreció esas invenciones para que las hiciera llegar a sus súbditos. El rey analizó las ventajas e inconvenientes de cada uno de los regalos del dios, hasta que Tot llegó al arte de la escritura. “He aquí”, dijo, “una rama del saber que les mejorará la memoria; mi descubrimiento proporciona un método para ejercitar esa facultad y ampliar conocimientos”. Pero el rey no quedó muy convencido. “Si los seres humanos las aprenden”, le respondió a Tot, “la escritura sembrará en sus almas la semilla del olvido; dejarán de ejercitar la memoria porque se fiarán de lo que está escrito, y no recordarán las cosas buscándolas en su interior, sino por medio de señales externas. Lo que has descubierto no es un método para mejorar la memoria sino para facilitar el recuerdo. Y lo que ofreces a tus discípulos no es verdadera sabiduría, sino sólo su apariencia, porque hablándoles de muchas cosas sin enseñarles nada harás que parezcan saber mucho, cuando, en su mayor parte, no sabrán nada. Y, en tanto que personas repletas no de sabiduría sino del engreimiento del saber, serán una carga para sus semejantes”. Cualquier lector, advirtió Sócrates a Fedro, “ha de ser muy ingenuo para creer que las palabras escritas pueden hacer algo más que recordar a alguien lo que ya sabe”. Fedro, entonces, se declaró convencido por el razonamiento del filósofo. Y Sócrates continuó: “Observa, Fedro, que eso es lo más extraño de la escritura, y lo que la hace verdaderamente análoga a la pintura. La obra del pintor se muestra ante nosotros como si los cuadros estuvieran vivos, pero si les haces una pregunta responden con un majestuoso silencio. Lo mismo sucede con la palabra escrita; parece hablar contigo como si fuera inteligente, pero si le preguntas algo, porque deseas saber más, sigue repitiéndote siempre lo mismo una y otra vez”.”

Es increíble que un texto escrito hace 2500 años haya podido predecir la evolución de la historia de la cultura occidental que, a partir de la conquista de América y luego la globalización, se ha expandido por todo el planeta. Las nuevas tecnologías, la computadora, etc., no es más que otro paso en la historia de la escritura. Es como si el hombre hubiera experimentado un proceso de exteriorización progresiva, hasta llegar al absoluto materialismo egoísta que vivimos actualmente, el momento de mayor oscuridad espiritual de todos los tiempos hasta ahora. El hombre vació por completo su interioridad y se volcó hacia los objetos. Sin embargo pienso que era un proceso necesario en la evolución del espíritu. Creo que teníamos que hundirnos en la mierda para resurgir como el fénix. Seguro van a decir que soy una romántica, una boluda; pero sueño con una poesía que colabora en la evolución de los siete cuerpos del espíritu humano y lo ayuda a rearmarse para recuperar, desde su condición material, los otros aspectos de su ser que han sido eclipsados.

Mi texto no tiene rigor científico, es bastante elemental; pero recurrí a fuentes confiables, y lo elaboré bastante para presentárselos. Quise ser clara para que resulte compresible. Al fin y al cabo esto es una novela. Hasta la próxima.