el folletín de la poesía contemporánea

novela ensayo en capítulos mensuales, que se propone analizar la generación del 90 en poesía,
y sus ramificaciones hasta hoy

lunes, 3 de mayo de 2010

Una sola cosa más acerca del objetivismo

Estoy preparando un capítulo para volver a los hechos, pero necesito investigar un poco más, así que prometo tenerlo listo para Junio. Mientras tanto, me gustaría agregar una última reflexión respecto del objetivismo, que creo que es necesaria para contextualizar la discusión teórico-literaria en la historia de las ideas. Volví a leer El tao de la física de Capra, escrito ya hace 50 años, no es ninguna novedad por cierto. También tuve una conversación con algunos físicos de la Universidad de La Plata, amigos de la familia, y esto es más o menos lo que pude averiguar. Les pregunté qué es la objetividad. Si se trata de todo aquello que podemos ver y tocar, es decir, los objetos materiales, tenemos que revisar cómo evolucionó el concepto de materia a través del tiempo. Para definir la materia era necesario identificar su unidad mínima. Primero se tomó al objeto como unidad mínima de la materia, luego los griegos al átomo. En el siglo 19, físicos ingleses descubrieron que el átomo estaba formado por unidades aún menores: un núcleo constituido por neutrones y protones, rodeado a su vez por electrones. Pero en el siglo 20, la teoría de la relatividad de Einstein permitió experimentar la fisión nuclear. Fue el punto de partida de la física cuántica, que demostró que al bombardear un átomo éste se disuelve en una cantidad infinita de partículas, cuya realidad observada y probada matemáticamente, en determinado momento deja de ser perceptible por los aparatos de medición de los científicos. A partir de ese punto, la física define a la materia como una forma de energía. Siempre teniendo en cuenta que no todas las formas de energía conocidas se pueden ver y tocar. Por otro lado, tanto un átomo como un planeta del sistema solar por ejemplo, son igualmente un conjunto infinito de partículas, de modo que desde el punto de vista de la física cuántica son iguales. Al final, el objetivista siempre termina cayendo en lo que ve para argumentar, pero no puede proponer una definición seria de nada. El concepto de objetividad y los sistemas de medición son TOTALMENTE convencionales. Sabemos que donde cambia la gravedad, cambian las medidas; por ejemplo es posible calcular que en la estrella Sirio el cuerpo humano mediría dos centímetros. También se comprobó que cuando cambia la velocidad a la que nos movemos, cambia la medida del tiempo. Los transbordadores espaciales presentaron alteraciones en sus relojes durante experimentos que se llevaron a cabo a partir de la década del 60, y no hay nada más objetivo que el tiempo. Parece que hay unas partículas que llegan desde el espacio, que los científicos lograron detectar, que se llaman mesones. Cuando pasan la barrera de la atmósfera, deberían desintegrarse antes de llegar a la Tierra por la dimensión que tienen y la velocidad inmensa a la que viajan. Sin embargo, la partícula “vive” en un tiempo “más lento”, y por eso logra llegar a la superficie. Los físicos exclamaron mientras me lo explicaban: “¡ésto es Einstein básico, Julia! El objetivismo sin aceptar nada más allá de sí mismo, es la teoría del tipo que sólo puede resolver un problema hasta donde le llega la mano, es EL HOMBRE FRENTE A LA COMPUTADORA. Así que muchachos, empecemos a ser un poquito más flexibles con otros conceptos como por ejemplo el alma y el espíritu. Porque si ustedes dicen que un objeto es una forma de energía, y además reconocen la existencia de otras formas de energía no materiales, me parece que no tienen derecho a negar la realidad del espíritu que es fundamento de la materia para TODAS las religiones y la mayoría de las más importantes teorías filosóficas que produjo la cultura mundial desde la antigüedad hasta hoy. Si en la antigüedad se llegó a negar la realidad física, y se consideró al ser humano un espíritu prisionero en un cuerpo; si somos capaces de reconocer el error de haber negado una parte inalienable de nuestro ser, ¡entonces ahora no hagamos lo mismo al revés muchachos! Ni cuerpo solo, ni espíritu solo, ni dicotomías. Diferentes grados de materialidad o infinitas formas de energía posibles.

El otro día en una clase en la Facultad de Filosofía y Letras, más precisamente, en un seminario de doctorado muy interesante que estoy cursando, un alumno culto, licenciado de esa alta casa de estudios, doctorando, hijo de intelectuales, dijo refiriéndose a la forma de abordar nuestro objeto de estudio “no debemos olvidar que somos primates, creo que todos estamos de acuerdo en eso, los animales también desarrollan lenguajes”. Pensé: “¡si les llego a decir primates a mis alumnos de las escuelas técnicas del conurbano en las que doy clases… mamita, me esperan a la salida y me cagan a palos!”. Es increíble hasta donde llega la nube de pedo en la que vivimos los intelectuales, cualquier persona de sentido común se ofendería si le dicen primate, cualquiera se da cuenta que somos “primates y algo más”. Obvio que tenemos una parte animal, también hay algo de vegetal en nosotros, y nuestro cuerpo está compuesto de minerales. Pero hasta ahora no se ha encontrado ninguna prueba de que exista algún otro animal en el planeta que haya desarrollado la capacidad de abstracción. Eso demuestra, quizás no la existencia de un espíritu humano trascendente, pero sí al menos que tenemos “algo más”, una capacidad que los primates no poseen. Tendrían que ver a nuestro compañero del seminario, es un perfecto ser mental, una persona que dedica el 100% de su tiempo al desarrollo de su mente y muy poco al cuidado de su cuerpo. Es una persona sumamente inteligente, pero es visible un desbalance en favor de su cerebro, del que un primate jamás podría adolecer por instinto. Él mismo es la prueba más clara de la diferencia entre hombre y animal.

La semana pasada, leyendo un libro buenísimo para ese mismo seminario, La historia de la lectura de Alberto Manguel, encontré un pasaje que me emocionó. En el capítulo El libro de la memoria, Manguel cita el Fedro de Platón:

"El diálogo platónico del mismo nombre se ocupa, sobre todo, de la naturaleza del amor, pero la conversación va derivando y, afortunadamente, hacia el final, el tema pasa a ser el arte de la escritura. Hace siglos, le dice Sócrates a Fedro, el dios Tot de Egipto, inventor de los dados, el juego de damas, los números, la geometría, la astronomía y la escritura, visitó al rey de Egipto y le ofreció esas invenciones para que las hiciera llegar a sus súbditos. El rey analizó las ventajas e inconvenientes de cada uno de los regalos del dios, hasta que Tot llegó al arte de la escritura. “He aquí”, dijo, “una rama del saber que les mejorará la memoria; mi descubrimiento proporciona un método para ejercitar esa facultad y ampliar conocimientos”. Pero el rey no quedó muy convencido. “Si los seres humanos las aprenden”, le respondió a Tot, “la escritura sembrará en sus almas la semilla del olvido; dejarán de ejercitar la memoria porque se fiarán de lo que está escrito, y no recordarán las cosas buscándolas en su interior, sino por medio de señales externas. Lo que has descubierto no es un método para mejorar la memoria sino para facilitar el recuerdo. Y lo que ofreces a tus discípulos no es verdadera sabiduría, sino sólo su apariencia, porque hablándoles de muchas cosas sin enseñarles nada harás que parezcan saber mucho, cuando, en su mayor parte, no sabrán nada. Y, en tanto que personas repletas no de sabiduría sino del engreimiento del saber, serán una carga para sus semejantes”. Cualquier lector, advirtió Sócrates a Fedro, “ha de ser muy ingenuo para creer que las palabras escritas pueden hacer algo más que recordar a alguien lo que ya sabe”. Fedro, entonces, se declaró convencido por el razonamiento del filósofo. Y Sócrates continuó: “Observa, Fedro, que eso es lo más extraño de la escritura, y lo que la hace verdaderamente análoga a la pintura. La obra del pintor se muestra ante nosotros como si los cuadros estuvieran vivos, pero si les haces una pregunta responden con un majestuoso silencio. Lo mismo sucede con la palabra escrita; parece hablar contigo como si fuera inteligente, pero si le preguntas algo, porque deseas saber más, sigue repitiéndote siempre lo mismo una y otra vez”.”

Es increíble que un texto escrito hace 2500 años haya podido predecir la evolución de la historia de la cultura occidental que, a partir de la conquista de América y luego la globalización, se ha expandido por todo el planeta. Las nuevas tecnologías, la computadora, etc., no es más que otro paso en la historia de la escritura. Es como si el hombre hubiera experimentado un proceso de exteriorización progresiva, hasta llegar al absoluto materialismo egoísta que vivimos actualmente, el momento de mayor oscuridad espiritual de todos los tiempos hasta ahora. El hombre vació por completo su interioridad y se volcó hacia los objetos. Sin embargo pienso que era un proceso necesario en la evolución del espíritu. Creo que teníamos que hundirnos en la mierda para resurgir como el fénix. Seguro van a decir que soy una romántica, una boluda; pero sueño con una poesía que colabora en la evolución de los siete cuerpos del espíritu humano y lo ayuda a rearmarse para recuperar, desde su condición material, los otros aspectos de su ser que han sido eclipsados.

Mi texto no tiene rigor científico, es bastante elemental; pero recurrí a fuentes confiables, y lo elaboré bastante para presentárselos. Quise ser clara para que resulte compresible. Al fin y al cabo esto es una novela. Hasta la próxima.

2 comentarios:

  1. en la década del sesenta no había transbordadores espaciales, julia

    ResponderBorrar
  2. uh perdón si gracias, quise decir a partir del 60, ya lo arreglé.

    ResponderBorrar